Rajoy, camino de la santidad política

Rajoy, camino de la santidad política

lunes 29 de mayo de 2017, 06:02h

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Todos los que hemos escuchado las palabras de la vicepresidenta del gobierno el pasado viernes ya no tenemos dudas: Mariano Rajoy Brey, así con los dos apellidos para que nadie se confunda, camina hacia la santidad política.
A sus 62 años el jefe del Ejecutivo y del Partido Popular ha conseguido tanto el amor como el temor de los que le siguen y de los que le combaten, que es un síntoma de santidad sin lugar a dudas.

Todo el mérito de nuestra situación política, que para Soraya Sáenz de Santamaría es excelente, es de su jefe. No hay el más mínimo resquicio para esa verdad que apabulla, que te deja sin respiración, que no admite contestación, ni controversia, ni, mucho menos, negación. La verdad de los santos es absoluta, es cuestión de fé, a la que se llega desde la confianza y desde la esperanza en un mañana mejor.

Rajoy, que viene de las profundas tierras galaicas y sabe que las meigas no existen pero que nos acompañan, tiene a todas ellas a su lado: lleva tres victorias en las urnas, los escándalos de su partido y de algunos de sus compañeros le rozan pero no le manchan, gobierna en minoría pero tiene asegurada la Legislatura hasta finales de 2019, que es como decir que ya la ha salvado, por los pelos de dos canarios, cinco vascos y el bamboleo de un catalán, es verdad, pero nadie puede negar que es todo un arte. Y a buen seguro que el mayor de sus obstáculos para conseguir su puesto de honor en el altar de la política española, que es resolver el sudoku independentista que le ha propuesto la Generalitat, lo resuelve sin tener que recurrir a la magia, los conjuros o las runas, como mucho a los tribunales y a la propia policía catalana.

Hasta me atrevo a decir sin ser zahorí que le va a ayudar al PSOE de Pedro Sánchez a levantarse. El renacido secretario general de los socialistas va a esforzarse por recobrar votos desde la izquierda que están en Podemos, que es donde está la sangría del partido desde 2011, y para ello necesita tiempo y teatro. El tiempo es el de la Legislatura, nada de elecciones que le pudieran llevar a una tercera derrota que echara por tierra su regreso; y el teatro estará en los medios de comunicación: al estar fuera del Congreso, cada vez que hay una declaración que hacer gozará del privilegio exclusivo de hablar sin compartir planos o micrófonos, eso se lo deja para los lugartenientes.

El presidente del Gobierno ha tenido dos años muy duros en los que desde dentro y desde fuera de su partido se ha pedido su cabeza. Se le ha llamado de todo y un poco más, se ha criticado su lentitud en reaccionar, su aparente falta de empuje, su paciencia hasta la exasperación de los rivales, su fingida indolencia, su aparente bonomía. Era su retrato en negro ampliado por unos medios de comunicación que pensaban que sería incapaz de resistir el fuego combinado de una parte del poder económico y de los medios más afines.

Con paciencia de samurai se está quedando sólo, como el escocés protagonista de "Los Inmortales". Sólo puede quedar uno y quiere ser él. Camino de conseguirlo lleva que, cuando se pone el pie en el altar de los elegidos, es muy difícil que te quiten salvo que ocurra un terremoto. Y los seismos en política los registran primero los sismógrafos de los servicios de seguridad del estado y luego minimizan los daños las buenas construcciones judiciales.

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