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¡Despierta, sociedad!

¡Despierta, sociedad!

Por Koldo Saratxaga

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Tomarse unos días de relax, supone, entre otras cosas interesantes, dedicar más tiempo a la lectura e incluso hincarle el diente a una hoja en blanco. Mientras escucho al inolvidable Mikel Laboa, estoy garabateando esas ideas, esas utopías que quisiera que fueran, lo antes posible, una realidad.

Andaba hace tiempo pensando en compartir mis inquietudes sobre los sentimientos que percibo del entorno social. No se trata de hacer historia sobre si la sociedad atraviesa momentos históricos que la diferencian de posiciones anteriores, sino de qué pasa con la sociedad que nos está tocando vivir, con la que estamos construyendo.

Personalmente pienso que es una sociedad desenfocada, dirigida por las grandes multinacionales proveedoras del consumo, endeudada y engañada, con un futuro incierto, con una clara falta de valores, sin saber qué pasos dar y en qué y quiénes apoyarse, sin referencias, mejor dicho, referentes, personas en las que creer o seguir. Alguien que ofrezca una ética a toda prueba, alguien humilde, honrado, sensible, razonable, capaz… Y yo añadiría: inquieto, inconformista e iconoclasta. Necesitamos líderes de nuevo cuño, líderes que llevamos tiempo sin sentir, sin visualizar, sin seguir.

Siento y pienso que no podemos seguir observando cómo esta sociedad se deja distraer, se queda esperando a que le den la noticia de que la crisis se acaba y todo vuelve a ser como antes. Sí, como antes de la crisis, sí, sí, de la crisis económica. ¿O acaso hay otras crisis?

¿Hay o no hay crisis?

Pues por mucho que nos quieran calmar con unas pocas décimas arriba o abajo de crecimiento del PIB, que por cierto una gran mayoría no comprende lo que quiere decir, sí existen otras grietas, otras crisis sin cerrar que son la verdadera causa de la situación y que no son platos de consumo diario para quienes deben ser claros con la ciudadanía.

Permitidme compartir, de forma somera, algunas de las crisis que siento con absoluta claridad:
- De valores. Una sociedad, la desarrollada, focalizada de forma decidida y creciente al consumo es que está perdiendo valores como la humildad, la solidaridad, la igualdad… Los cambios que se están produciendo en China e India nos deben hacer pensar en los valores que está sembrando la sociedad global, con el fin de visualizar por dónde irá la cosecha de las próximas décadas.

- Un mundo cada vez más desigual en lo referente al reparto de la riqueza y con una sensibilidad en claro retroceso. Las ayudas urgentes han sido para la banca y la industria del automóvil, cuando un tercio del mundo no tiene agua, no tiene educación y malvive con un euro al día. Muchos cientos de millones de seres olvidados. La pregunta es: ¿hasta cuándo lo soportarán?

- Una sociedad consumista que tiene absoluta petróleo-dependencia. Sin el petróleo y sus derivados nos faltaría la comida en unos pocos días. No sabemos, a ciencia cierta, cuánto petróleo queda, ni con qué se sustituirá y en qué tiempo. Y mientras tanto, cada vez se consume más a nivel mundial.

- Una sociedad que no es consciente de que la naturaleza que le rodea, y de la cual se beneficia, ya que sin ella no es posible la vida, no es sólo para la generación actual y que, por tanto, debe tener un trato ético y eficiente con su utilización; que se encuentra sin cultura de uso de un bien escaso como el agua; con alimentos básicos como el trigo y el arroz en manos de unos explotadores; con incrementos de precio de un treinta por ciento en los últimos meses porque son manipulados con criterios de máximo beneficio a corto plazo.

- Una sociedad que continúa asumiendo que las organizaciones empresariales (empresas) son un coto de poder para quienes pusieron un capital hace unos años, o décadas, el cual les da derecho de por vida a hacer y deshacer, y en las que la jerarquía se impone al saber hacer y crear del conjunto de las personas que las componen. Cuando unas partes se necesitan en la siembra, bueno sería pensar que lo ético es repartir la cosecha con ellas. Como ejemplo tenemos a los armadores y sus compañeros de pesca en nuestro país.

- Una sociedad que se empeña en mantener, como modelo, una educación basada en el aprendizaje que consiste en transmitir conocimiento teórico acumulado por la familia, la sociedad y el mundo. La educación tiene poco que ver con esto y sí con la sabiduría, ya que ésta es el conocimiento aplicado. Estamos indicando a los alumnos qué deben pensar en lugar de cómo pensar. Al darles conocimiento teórico, se les orienta a qué pensar en sus vidas que inician, aquello que pensamos como cierto quienes estamos en la toma de decisiones. Cuando se les da sabiduría, se les indica cómo obtener su propia verdad y, por tanto, cómo ver y querer la evolución. Los programas actuales no están diseñados para su discusión, sino para su explicación y memorización, y debido a esto las aulas no son lugares de debate y discrepancia sobre los hechos que se tratan. Sólo tenemos que ver la distribución de los alumnos en las aulas. Si queremos invertir y crear empleo, aquí tenemos la mejor oportunidad.

- Una sociedad desarrollada, un tercio de la global, en donde lógicamente estamos, absolutamente despilfarradora. Una sociedad que entiende muy bien qué es la eficacia, pero donde no se escucha hablar de la eficiencia. Unas minorías que acumulan poder, a nivel institucional y empresarial, y prefieren hacer de la transparencia una quimera y del compartir un imposible. Para quienes lo mejor es decir: “Total, la gente no sabe, no entiende, y tampoco tiene interés”.

- Una sociedad que, parece, cuenta con los humanos como los seres más inteligentes de la Tierra. Indico Tierra ya que me ilusiona pensar, me tranquiliza pensar, que tienen que habitar otros seres más evolucionados algún lugar del universo. Es duro pensar, a veces, que los seres más capaces conocidos hayamos pasado siglos y siglos matándonos unos a otros, bien en guerras, bien por envidias, por desamor, bien por accidentes, bien por contaminación,… Una sociedad que dedica más de un veinte por ciento de sus ingresos personales y públicos a un juguete, llamado automóvil, que además contamina el medio ambiente hasta los límites absurdos actuales, los cuales las multinacionales productoras han querido y las instituciones han permitido y apoyado. Dicen es por el empleo y riqueza generados. Cuesta creer que esto pueda ser creado y alimentado por las mentes más lúcidas del mundo conocido.

- Una sociedad que, paso a paso, va cediendo ante la bien vendida necesidad de la seguridad y olvidando que el objetivo natural es una paz en libertad, y una libertad en paz.

- Una sociedad en la que sus jóvenes, mayoritariamente, llevan más de dos décadas sin soñar, sin utopías sociales, sin consumir la más mínima energía para un bien que supere sus propias necesidades a corto plazo. Pienso, quiero, necesito pensar que esas energías las dedicarán en las próximas décadas a soñar haciendo, realizando el cambio que tanto se necesita. Debo dejar constancia de que confío en ello.

- Una sociedad que observa cómo los políticos, en su mayoría, juegan al poder, mientras el de la sociedad es cada vez menor. Parece que es pronto para despertar y debemos esperar a estar como Irlanda, donde se dejaron llevar por los mismos políticos a los que ahora les piden cuentas y de los que no queda duda son unos impresentables, pero a los que votaban mientras eran la envidia de Europa. Sin embargo, es lógico pensar que un sistema capitalista se preocupe de sostener los pilares principales de su sistema, la banca, y para esto refuerce sus fondos propios.

Conclusiones de la crisis


Estamos demasiado contaminados por el dinero que todo lo puede y demasiado pendientes de quienes lo tienen, lo manipulan y, como consecuencia, nos manipulan. Pensando en términos económico-financieros, necesitamos un nuevo equilibrio y que no sea el establecido por el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, quienes hoy dirigen Europa y a quienes la  formamos.

Estamos perdiendo la sensibilidad con nuestro entorno, es decir, con nuestra historia, costumbres, relaciones familiares y vecinales, la ilusión de pertenecer al mismo y de participar en sus actividades. Necesitamos plantearnos qué sociedad queremos de aquí a diez o veinte años. Pensando en infraestructuras ya lo hemos hecho. Pensando en términos sociales, no cabe duda de que necesitamos un nuevo estilo de relaciones (ner).

Y de esa sociedad desenfocada, y de un porvenir basado en una educación mal formada, esperamos que nos salve la innovación, como pócima milagrosa de una enfermedad erróneamente diagnosticada.


La importancia de la innovación

Pasan los años y continuamos hablando de innovación. Cierto es que quienes más ocupan los medios son personajes de organismos oficiales, los cuales, generalmente, tienen un discurso progresista pero en el fondo son muy conservadores. Como ejemplo, bastante patético, veamos la evolución de todo lo concerniente a la educación.

En un encuentro sobre UTOPIA coincidí con Ander Gurutxaga, Catedrático de Sociología de la Universidad del País Vasco, el cual, entre otras reflexiones de interés, indicó: “La innovación es, en este momento, un concepto fetiche, es un placebo”. Inmediatamente pensé que esa manera de expresarlo ya se me tenía que haber ocurrido.

Creo de verdad, que nos estamos engañando si continuamos con la frase miles de veces repetida: para salir de la crisis debemos innovar. La innovación ha existido desde que el mundo es mundo, y por tanto cuesta comprender por qué de esta obsesión en los últimos tres años de emplearla como si fuera la pócima milagrosa.

La innovación es una consecuencia, es un fin, no es un concepto, no es un proceso, no es un procedimiento, no es una herramienta, no es una… es la consecuencia de la unión de personas libres, cooperando en confianza con el resto de las personas que forman un proyecto común al que dedican con ilusión y un buen toque de pasión sus capacidades y valores.

La innovación no es como decía un ponente del último congreso en Bilbao sobre el tema: cinco equipos de  cinco personas que generan cinco ideas en cinco días. Esto es más un eslogan publicitario que una realidad de organización innovativa.

Para crear una organización innovativa se necesitan espacios de libertad. La libertad necesita de ciudadanos maduros, conscientes y participativos. Es decir personas activas en lo social y con perspectiva comunitaria. Es la libertad fraternal donde no se impone, ni se delega, se participa. En este mismo encuentro mencionado, Javier Elzo, indicaba que:” el trabajo no está considerado como una relación social”. Hasta aquí hemos llegado.

Cómo es posible crear organizaciones innovativas, tal y como he definido, si nos encontramos con Una SOCIEDAD que prima y resalta al listillo, al competitivo individualista, al dinero, al poder… al tener más. Al tener por encima del ser. Una UNIVERSIDAD que enseña cómo lograrlo, y si puedes unos másteres creados para ir más de prisa. Una EMPRESA donde existe una jerarquía, un organigrama, diseñado en 1913, que tiene sus raíces en el modelo militar. Llena de normas, procesos y procedimientos que te empujan a lo urgente y a la tarea, es decir a la rutina, que es el mejor bálsamo para que no pienses y por tanto para que no crees nada nuevo. Donde no se permite la crítica pública, el error, la divergencia y si el control y la falta de información total y veraz. Unos SINDICATOS que no evolucionan, que están lejos de la realidad y de la complejidad que hoy supone y cada vez más supondrá mantener las organizaciones empresariales en el nuevo marco de competitividad mundial.

Es que nadie quiere pensar que pertenecemos a un Estado que mantiene la tasa de paro más alta de  Europa y por otro lado la tasa de productividad más baja. Con todo cariño y crudeza decir que o se migra hacía un nuevo estilo de educación y un nuevo estilo de relaciones empresariales y sociales o bien las pymes de esta país desaparecerán, más bien antes que después, sin saber que fue  de aquel fetiche que le prometió la salvación.

(*) Koldo Saratxaga es presidente de Gbe-ner elkartea

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