La herida del PP que Rajoy debe cerrar
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La herida del PP que Rajoy debe cerrar

miércoles 27 de diciembre de 2017, 18:57h

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La herida política que tiene el Partido Popular no es nueva. Apareció en el Congreso de Valencia y mal saturada se ha terminado abriendo y supurando con los resultados conseguidos en Cataluña. Nunca en ese territorio había tenido el partido por antonomasia de la derecha española tan escasa representación parlamentaria. Y sin que nadie asuma la debacle, salvo que consideremos la salida de Moncloa de Jorge Moragas como producto de la misma.

Dentro del PP y ya casi fuera, sus dirigentes se hartan de decir que García Albiol no era un buen candidato, que mejor lo hubiera hecho la ministra Dolors Monserrrat e incluso Andrea Levy, la vicesecretaria perdida en esa pequeña jungla de egos e intereses que es Génova 13 y en la que se consumen casi todos los aspirantes a mejores futuros personales, incluido el coordinador Martínez Maillo. Nadie quiso tragarse ese sapo y tuvo que ser el ex alcalde de Badalona el que aceptara el sacrificio.

El varapalo a los populares estaba cantado por muchos esfuerzos que hiciera el propio Mariano Rajoy para intentar paliar el golpe que anunciaban todas las encuestas, y eso que la “cocina” de las mismas intentó suavizar los resultados. Al PP le ha castigado el 155 mucho más que a ningún otro grupo político, mucho más que a los independentistas e incluso más que a la izquierda nacional que puede representar Podemos.

El problema más grave para el hasta ahora dueño en exclusiva de la derecha española no es su escasa representación política en Cataluña, es la pérdida de esa exclusividad de la que gozaba y que se va a trasladar al resto de España con toda seguridad. Ya no se trata de administrar la experiencia frente a los nuevos actores, ahora el PP va a tener que enfrentarse a su propio espejo.

Atacar al PSOE de Pedro Sánchez - que es otro de los derrotados en las elecciones del 21D - y al Podemos de Pablo Iglesias, que puede destruirse a sí mismo si sigue co sus enfrentamientos internos, no es la primera de las preocupaciones para Rajoy y los suyos. Salvo que se convoquen elecciones generales adelantadas, los populares tienen hasta la primavera de 2019 para cambiar de estrategia, cambiar de ofertas y para que se perciban las mismas, cambiar de gobierno.

Durante todo 2018, que es el año en el que todas las formaciones se van a dedicar a sus peleas y ambiciones internas de cara a la elaboración de listas y candidaturas en municipios, autonomías y para Europa, el presidente del Gobierno deberá afrontar un creciente malestar interno en su partido, unas grandes dudas en su Ejecutivo y los ataques crecientes de una oposición que, por su derecha y su izquierda, le van a recordar continuamente que está gobernando en minoría. Desde el nuevo gobierno catalán que se constituya a las invectivas que le va a seguir lanzando José María Aznar desde las plataformas ideológicas en las que se mueve.

Hasta ahora, don Mariano ha demostrado que sabe mantener al enfermo político que es su partido con medicación y asistencia continuada, con cirugía en los casos extremos, como ha podido ser el de Rodrigo Rato, el ex presidente de Murcia o los expresidentes de la Comunidad de Madrid. Esa fase se ha terminado y es más que previsible que las “amputaciones” tengan que extender por todo el cuerpo del PP si es que no quiere que la gangrena que ha aparecido en Cataluña se extienda por toda España.

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