Dos de los nuestros llevan años viajando a las entrañas del Club Bilderberg: Juan Luís Cebrian y Ana Patricia Botín. Los otros dos han sido invitados de ocasión: Luis de Guindos y Albert Rivera. Dicen que a los que allí van les sonríe la fortuna más pronto que tarde, que las amistades que se tejen y destejen en esos días ayudan y mucho en las respectivas careras profesionales, ya sean en el mundo de la política o de los negocios.
Si alguno de los cuatro no ha leído o hace mucho que lo hiciera a Herbert Marcuse, que era alemán y judio, razón por la que tuvo que emigrar hasta Estados Unidos donde obtuvo la nacionalidad norteamericana, les recomiendo que lo lean, sobre todo su obra "El hombre unidimensional", que a buen seguro les completará lo oido y hablado entre las paredes del Marriot de Chantilly. Al pensador alemán le torturaban los monstruos del porvenir que adivinaba a mediados de los años sesenta del siglo pasado, esos mismos monstruos que ya se pasean entre nosotros volviéndonos más gregarios al mismo tiempo que más individualistas; menos libres al mismo tiempo que más capaces de ir a cualquier parte del mundo.
Marcuse se implicó durante diez años en la guerra caliente y fría. Se hizo espía - analista - para los servicios secretos norteamericanos, lo que no le impidió que mirara con enorme claridad el futuro inmediato. Conviene rescatarlo de las librerías y llevarlo a las aulas y, sobre todo, a nuestro Congreso de los diputados. Una recomendación a Pablo Iglesias y los suyos: Menos "Juego de Tronos" y menos Edad Media y dragones y más cultura. Se entiende mejor lo que nos pasa y lo que nos va a pasar si no lo remediamos.
En Chantilly los poderosos han hablado de casi todo y la sociedad no se va a enterar de casi nada. No es que los "hijos" de David Rockefeller y Henry Kissinger sean unos profetas, que no lo son y se equivocan con frecuencia, pero lo hacen en las circunstancias pasajeras y en los protagonistas coyunturales; aciertan en el largo plazo gracias a la capacidad que tienen los asistentes de mover las brújulas del mundo.
Por ejemplo: acertaron con Zapatero y se equivocaron con Rato; acertaron con la abdicación del Rey Juan Carlos y se equivocaron con Esperanza Aguirre. Aznar "aprobó" a la segunda y Rajoy no se ha presentado a ninguna de las reuniones, no sabemos si por propia voluntad o por carecer de la invitación necesaria. Si han ido sus "segundas": Soraya Sáenz de Santamaria y Dolores de Cospedal y las dos sacaron "buena nota". A lo mejor o a lo peor esa es una de las razones de su enfrentamiento.
El presidente del Gobierno no ha ido pero sí ha mandado a una persona de su máxima confianza y no son ninguna de sus colaboradoras. En 2014, último año en el que la Reina Sofia asistió en Copenhague a la cita del Club, estuvo invitada una diplomática que tres años antes había terminado su carrera y junto al resto de sus compañeros había ido a Zarzuela a "cumplimentar" a los entonces Reyes. Era Mercedes Millán Rajoy quien a sus 28 años y junto al ministro García Margallo, el financiero Juan María Nin y el siempre presente Juan Luís Cebrian se codeó con lo más granado del poder mundial. Testimonio directo para un presidente que dos días más tarde anunciaba la abdicación de Juan Carlos I y la subida al trono de Felipe VI.
El filósofo alemán que volvería a Alemania para morir en 1979 ya describió que el capitalismo que se iba organizando en torno a las sociedades más desarrolladas se disponía a cambiar uno de los principios que se consideraban inmutables y que desde una parte de nuestra izquierda se mantiene esa creencia: que los trabajadores "vendían" su fuerza de trabajo en lugar de algo más real y actual como es su capacidad de consumo. Los robots no protagonizarán huelgas como las de los estibadores o los taxistas, dos sectores condenados a una transformación imparable les guste poco o nada a sus actuales protagonistas, pero no consumirán lo que produzcan. Y esa contradicción es la que adelantó Marcuse y a la que los políticos y el capitalismo financiero tendrán que encontrar una respuesta que evite los enfrentamientos violentos dentro de la sociedad. Podemos preguntarles a los cuatro invitados de este año en Chantilly si los "bilderbergianos" han hablado de ello.