Vemos encuestas; luego ¿hay elecciones a la vista?

lunes 17 de abril de 2017, 19:56h

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¿Elecciones a la vista? ¿Cuántas, cuáles? La prensa dominical, recuperada a duras penas de tanta fotografía, en esta Semana Santa de pasión, de madres de todas las bombas de Trump y misiles propagandísticos de Kim, se adentra en el panorama nacional y se lanza a la publicación de sondeos. Quién ganará las primarias en el PSOE, qué ocurrirá en Cataluña si, como todo lo indica, habrá autonómicas -alguien las llamará plebiscitarias- ...Y, claro, qué va a pasar en Francia en la primera vuelta de las presidenciales, en las que tanto se juegan Cataluña y, desde luego, el resto de España. Y uno se dice que, si vuelven los sondeos, será que, además de a primavera, ya huele a elecciones, ¿no?

El cuerpo político necesita, por lo que se ve, urnas, el aroma de las campañas electorales, para no tener que empeñarse cuatro años, lo que dura una Legislatura normal, construyendo país. Eso es clarísimo en Cataluña, sumida en un caos político perceptible en los estudios demoscópicos, para lo que sirvan. Y me temo que es también evidente en el caso del Partido Socialista Obrero Español, que detiene su caída al precipicio, dicen algunas prospecciones, tal vez a la espera de ver quién gana, dentro de un mes, la pugna intestina, porque eso es lo que es.

Las tres barreras electorales a las que me refería en los párrafos anteriores son importantes. Toda Europa, y más los españoles, que somos vecinos, contiene el aliento ante la posibilidad, confío en que algo remota, de que la segunda vuelta electoral, también en mayo, se desarrolle entre la ultraderechista Le Pen, cada día más amenazadora, y el izquierdista Melenchon, a quien los centristas de Macron y los socialistas de Hamon no tendrían otro remedio que apoyar, dado el caso, para evitar caer en los brazos poco acogedores de doña Marine.

En el Gobierno español, poco amigo de alharacas, y también poco amigo de elecciones -Rajoy sigue asegurando, en su trotar pontevedrés, que no piensa anticiparlas, porque sacará adelante los Presupuestos-, quisieran una victoria de Macron, con quien ya se han establecido lazos preliminares: era casi un desconocido, nadie daba un euro por él en el Palacio de Santa Cruz hace apenas siete meses, y ya ven... Para Rajoy, una victoria de Le Pen sería una catástrofe, y no se contempla en la diplomacia española una presidencia encabezada por Melenchon ni por Hamon, y menos aún por Fillon, con quien el entendimiento no parece demasiado bueno, pese a ser el más cercano ideológicamente al Partido Popular. Yo diría que el inquilino de La Moncloa va a seguir muy atentamente, angustiadamente, casi como si fuese un partido del Celta, del Real Madrid o del Barça, desde su despacho y desde su 'teléfono rojo', lo que ocurra este mes en el país del norte.

Como seguirá muy atentamente, claro está, lo que vaya a suceder en el PSOE. Para nadie es un secreto que La Moncloa califica de "catástrofe sin paliativos" una hipotética victoria de Pedro Sánchez para hacerse con la secretaría general de los socialistas y con la candidatura a la Presidencia del Gobierno. Rajoy apuesta, claro está, por Susana Díaz, como el resto del 'establishment'. Y eso es lo malo, te dicen quienes ven este proceso desde fuera: que la militancia puede que vote contra el 'establishment', y entonces ¿qué? ¿Habrá una solución de compromiso a base de pactar la lideresa andaluza, nuevo 'pacto del Betis', con el 'tercero en discordia', que puede ser el de la concordia, es decir, el vasco Patxi López?

Los próximos días, en los que se da el pistoletazo de salida de la recta final hacia el despacho de Ferraz, van a ser, sospecho, apasionantes para aquellos a quienes gusta la política. De momento, los candidatos ya han fijado comparecencias ante los medios para intentar convencerles de que tienen un programa, buenas intenciones y propósitos de garantizar la unidad en el partido de Pablo Iglesias (Posse). No deje usted de considerar también que estas elecciones internas son contempladas con notable interés en los tormentosos ámbitos socialdemócratas europeos, donde un personaje muy poco amigo de Sánchez, el alemán Martin Schulz, tiene una muy comprometida confrontación electoral con la señora Merkel este mes de septiembre.

Y tenemos, por fin, la pasión de catalanes. Que es, por supuesto, la pasión del resto de los españoles. Si hay elecciones porque no hay referéndum válido -y desde luego que no lo habrá-, las ganará de lejos, dicen los sondeos dominicales, Esquerra Republicana de Catalunya. Es decir, Oriol Junqueras, que se convertirá, presumiblemente allá por el otoño y si todo sale según lo previsto, en el muy honorable president de la Generalitat, sustituyendo al caótico Puigdemont, que podrá, por fin, volver a su añorada Girona, sintiéndose, como Artur Mas, un auténtico padre de la independencia... imposible. O sea, otro ex, fracasado en sus propias estimaciones, previsiones y promesas. Deja a Cataluña bajo mínimos, nacional e internacionalmente.

Y es ahí donde, como se comenta en ámbitos del Gobierno central, del PP, del PSOE y del ascendente Ciudadanos -las previsiones le dan como primera fuerza no independentista en Cataluña-, entra en toda su fuerza el 'factor Junqueras'. O sea, la negociación con el Gobierno central, una vez que la debilidad de la opción independentista haya quedado nítidamente expuesta y Junqueras se haya visto forzado a formar un Govern con los socialistas de Iceta -que esta semana presenta en Madrid su libro 'La Tercera Vía'- y la formación, aún algo indefinida, de Ada Colau. O sea, dos partidos que no se proclaman independentistas, sino fuertemente autonomistas y a favor de un 'cierto' referéndum. Será otra oportunidad para que, negociando con palos y zanahorias, Rajoy muestre si es o no un estadista, y para que el resto de España evidencie si es o no capaz de actuar con realismo y generosidad, por una vez, en el terreno catalán.

Porque lo que Rajoy quiere, dicen quienes se creen capaces de seguirle de cerca, es abandonar el poder, si fuese posible allá por finales de 2019, pasando a la Historia como el hombre que supo escribir nuevos renglones para la 'conllevanza' catalana, para el consenso con las otras fuerzas en torno a los grandes temas, para el alejamiento de España de lo que él considera extremismos, para el despegue económico y para que el país ocupe un puesto en la locomotora europea, y no en los vagones de cola. Y todo ello, sin despeinarse, ahí queda eso. Claro, mucho va a depender de las circunstancias. O sea, de esas elecciones que vienen y que a él, a Rajoy, no le afectan directamente -nada parece afectar directamente al presidente-, aunque tanto le, nos, afecten a todos.
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